¿Vecinos que pasean o vecinos que terracean?

Barcelona no logra desencallar el pulso entre el negocio, el ocio y el espacio público

Terrazas en la plaza de Osca. / ELISENDA PONS

A los pocos minutos de empezar el debate sobre la situación del terraceo local debate sobre la situación del terraceo localse olió cierto tufo político que hizo peligrar la convoctoria. Cada alcaldable vendía su moto y acusaba a CiU y PP de gestar la ordenanza, mientras estos replicaban que el PSC la encontró en su día poco restrictiva. De hecho, repasando la hemeroteca del 2013, los grupos de izquierdas que se echaron las manos a la cabeza de tan "liberal" que era la ordenanza, son los que ahora también postulan por dar marcha atrás para evitar un 'terracidio' que pudiera ser contraproducente para la economía comercial. No la de los lobis, sino la de a pie, o sea del señor Pepito, con un bar de barrio centenario y seis mesas que ahora le recortan a solo dos poniendo en jaque su viabilidad. Por tener cerca un semáforo, un banco o una fachada minúscula.

Ese temor al pimpampún político llevó al presentador Xavier Sardà -autoproclamado de izquierdas pero también afín a la causa económica, dijo- a llevar la discusión a la concreción. ¿Cómo hacer que la modificación cuaje y frene la sublevación del sector? Todos guardaron entonces la artillería y asumieron que, por el bien de la causa, había que buscar el consenso y no el reproche. Una intención meritoria, teniendo en cuenta que el problema de fondo que ha encasquillado la situación es que la elección de una norma de terrazas está siendo más ideológica que práctica. Se ha convertido en la defensa de un modelo de ciudad.

NEGOCIO FRENTE A DESCANSO

Barcelona en Comú  enfoca al sector como un bloque económico enfrentado al vecindario. Negocio frente a descanso. Empresarios ávidos por facturar frente a sufridos residentes que no pueden abrir las ventanas. Negocio frente a paseos despejados. Pero ni todos los empresarios son poderosos -la mayoría de bares y restaurantes locales son negocios familiares en muchos barrios- ni todos los vecinos son solo residentes, también beben, se relajan y disfrutan de las terrazas. Y ni siquiera los clientes quieren una ciudad invadida de terrazas. El problema aflora cuando los fenómenos crecen, cuando las sillas se multiplican hasta el punto de saturar algunas zonas e impedir la convivencia de intereses. Cuando el asunto se vincula al crecimento turístico, al menos en algunas zonas, y reconducirlo deriva en una guerra.

El recorte previsto por la ordenanza, según evaluó el año pasado el ayuntamiento, implicaba sacrificar más de 10.000 sillas. Pocas para el sector vecinal representado por la Federació d'Associacions de Veïns de Barcelona (FAVB), que ha reivindicado hace poco que la modificación de las terrazas prime el espacio público de uso ciudadano. Demasiadas para el colectivo de restauradores y para los usuarios que recogieron firmas en su defensa.

DISCURSO UNILATERAL

Trias, que no se mordió la lengua, culpó sutilmente al equipo de Colau de haber "creado ambiente contra los turistas y contra las terrazas". Hay quien puso en duda la representatividad de los vecinos quejosos. Carina Mejías, como otros, hizo bandera de la "idiosincrasia de Barcelona" con su terraceo de siempre y las mesas a la fresca como punto de encuentro. No hubo allí nadie que abriera la boca en contra de la proliferación de veladores que se han apropiado de algunas zonas. Porque ese día el sector solo quería hablar de su libro. 

Hábilmente, la patronal trufó el debate con vídeos de empresarios de unos y otros barrrios explicando sus coyunturas. Apareció Natàlia, de El Rincón (en Vallcarca) diciendo que el bar que fundó su abuelo hace 50 años peligra porque la terraza es el 80% de su caja. Luego, Júlio César, del Café Blau, en Fort Pienc, clamó que al quitarle tres de sus seis mesas no puede permitirse un camarero y se sumerge en jornadas de 12 a 14 horas. También Emília, del bar Castells, en Bonsuccés, recordó todas las crisis que ha superado su negocio familiar y pidió a "los políticos que dejen que la gente se gane la vida". Hasta salieron Mariscal, y también los artífices de Bubó, cuyas mesas en la plaza de Santa Maria están condenadas, disparando que sería "una incongruencia" que Bubó Barcelona exista ya en varios países y muera en su ciudad original.