EL DEBATE SOBRE EL TURISMO

Barcelona, al frente de un país

"Hemos de rechazar las manifestaciones de intolerancia que cada vez aparecen con más frecuencia ante lo foráneo"

Fachada del Ayuntamiento de Barcelona. / JOAN PUIG

Yo he sido y sigo siendo un gran turista. He estado en decenas de países y ciudades de los cinco continentes interesándome por su cultura, arte, historia, gastronomía… o, simplemente, disfrutando allí de sus paisajes naturales y también de sus espectáculos artísticos, deportivos, musicales, etcétera. Me gusta viajar, conocer nuevos lugares, ya sea por ocio o por motivos profesionales. Por eso, entre otras cosas, sigo con interés el debate abierto en los últimos meses sobre el turismo en mi ciudad y mi país.

Es evidente que Barcelona se ha convertido en una ciudad de gran atracción mundial, y son muchas las personas que desean acercarse a ella y conocerla. Ya sea por motivos de ocio o relacionados con el mundo profesional, aunque también para ponerse en manos de las numerosas eminencias médicas que ejercen aquí o simplemente para formarse en alguno de los excelentes centros académicos, el número de visitantes que viene a Barcelona no cesa de aumentar año tras año. Todo esto genera riqueza y puestos de trabajo, y estoy seguro que en el futuro generará aún mayores oportunidades laborales y un mayor retorno para la sociedad.

SENSIBILIDAD

Esto no significa, sin embargo, que no haya que ordenar y gestionar toda esta nueva actividad para minimizar posibles impactos negativos y, al mismo tiempo, obtener el máximo rendimiento de los positivos. Tampoco es algo novedoso y, de hecho, las diferentes administraciones públicas ya lo vienen haciendo a lo largo de los últimos años, si bien es verdad que en una época y situación como la actual deberían extremar su sensibilidad ante esto. Llegados a este punto, sin embargo, hemos de rechazar absolutamente las manifestaciones de intolerancia que desgraciadamente cada vez aparecen con más frecuencia ante lo foráneo. A mí, desde luego, me parece una expresión a la mediterránea de otros movimientos populistas que se dan en otras partes del mundo.

Que nadie dude que en un mundo global donde las grandes ciudades tienen cada vez más peso es una suerte contar con un activo como Barcelona. Un activo que atrae riqueza, talento, ocupación y, en definitiva, oportunidades, pero que también tiene una cara más oscura que hemos de gestionar para intentar, si no anular, sí reducir sus efectos negativos y molestias.

Barcelona nos pone a todos en el mapa del mundo y nos abre a un futuro más prometedor, siempre y cuando seamos hábiles y sepamos aprovecharlo. Y también si pensamos a lo  grande y nos damos cuenta que detrás de Barcelona están sus barrios y sus vecinos, pero también una ciudad, una gran área metropolitana y, al final, un país.

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