Mercè Centrich: "Vi como tiraban el material antiguo del laboratorio por la ventana"

Esta química trabajó en el laboratorio de la Agència de Salut Pública de Barcelona (ASPB) entre 1952 y 1995

Fue la salvadora de los archivos y libros antiguos del equipamiento, creado en 1887, que iban a ser tirados a la basura durante el traslado

Mercè Centrich, este lunes en su casa. / RICARD CUGAT

Mercè Centrich entró como estudiante de prácticas en el laboratorio municipal de Barcelona en el año 1952, en su último año de carrera. Estudiaba Química, y "en aquellos años había pocos lugares en los que hacer prácticas". Había todavía menos mujeres en la facultad. Y estudiando Química. "De los 300 alumnos que empezamos, éramos 30 mujeres, siguieron siete y finalmente nos licenciamos dos", recuerda la mujer, quien dirigió el laboratorio durante 14 años.

Su padre, veterinario, tenía contactos en el laboratorio, pero justo cuando ella tenía que empezar las prácticas murió. "En aquella época íbamos de luto. Me presenté allí de negro, me vio el director y me preguntó que qué me pasaba. Le dije que mi padre había muerto y que le hubiera hecho mucha ilusión que hiciera las prácticas en el laboratorio. Me dijo que empezara al día siguiente, y allí pasé los siguientes 42 años de mi vida, hasta que me jubilé en 1995. Mi último día en activo fue el de la inauguración del actual laboratorio", prosigue esta química pionera, tía del actual director del laboratorio, Francesc Centrich.

OBRAS DE LA ÉPOCA DE PASTEUR

Recuerda la noticia del traslado con disgusto. "Me enteré de que Maragall había vendido el laboratorio porque vinieron a tomar medidas. Les dije que se fueran, que no había nada que medir allí", explica la entonces directora del laboratorio, quien también recuerda que el traslado no se hizo con el cuidado suficiente. "Veía como tiraban el material antiguo ventana abajo y llevaba las manos a la cabeza, para intentar salvar todo lo que podía. Me decían que parecía una basurera, recogiéndolo todo el suelo", narra la mujer, quien recuerda como salvó de acabar en el contenedor una colección de libros muy antiguos, "de la época de Pasteur".

"En Wellington teníamos una librería preciosa, y con el traslado nadie quería los libros. Ni en el ayuntamiento, que eran suyos, ni en la Biblioteca Nacional. Al final convencí a una compañera de facultad que trabajaba en el Hospital de Bellvitge y vino y se los llevó en una furgoneta", explica la científica.

El material que se conserva -poco contextualizado- en vitrinas colocados en varios rincones del actual laboratorio, ha sobrevivido gracias a la tenacidad de Centrich. 

DIGITALIZACIÓN PENDIENTE

Su sobrino ahora quiere intentar recuperar la memoria de personas como su tía que aún trabajaron con ese material para documentarlo. También quieren digitalizar el contenido de las fichas médicas que conservan, sobre todo de las del departamento de antirrábica, del que fueron referentes. Centrich recuerda como en el laboratorio original -víctima de la transformación olímpica- había un patio en el que tenían a los perros sospechosos de sufrir rabia.

Entre los episodios que más recuerda esta mujer adelantada a su tiempo de sus cuatro décadas en el laboratorio, destaca la campaña de control de bebidas alcohólicas en los años 60, después de encontrar graves intoxicaciones, muchas de ellas mortales, por bebidas contaminadas con metanol. Y la epidemia de cólera del 71, por supuesto. Y la crisis del aceite de colza, que llevó al laboratorio a volver a ser aquel referente científico en el Estado y más allá, que durante los años de dictadura se dejó perder.