EL FUTURO DE UN EDIFICIO HISTÓRICO

El disputado Borsí se perfila como nueva sede de la Fundació Jaume Bofill

La entidad cultural privada está dispuesta a financiar la costosa reforma, a ceder los bajos a los vecinos y a colaborar con los colegios de Ciutat Vella

El edificio, abandonado y largamente reivindicado por el Gòtic, acaba de pasar a manos del ayuntamiento tras el pacto con la Generalitat para desencallar la L-10

El Borsí, en la calle de Avinyó, uno de los proyectos que recibirán recursos del plan de barrios en el 2018. / RICARD CUGAT

Durante el anuncio de su compra, la semana pasada, la alcaldesa compartió su deseo de que no sea "una seta en medio de Ciutat Vella". "Queremos que se convierta en un equipamiento arraigado en la vida de un distrito que soporta una gran presión turística", aseguró Ada Colau, dando portazo definitivo, por si quedaba alguna duda, al anunciado Woody Allen Center. Ahora que, tras comprárselo a la Generalitat para financiar la llegada del metro a los barrios de La Marina, el ayuntamiento dispone de las llaves del majestuoso edificio, al abandonado Borsí no paran de salirle novios. El nuevo escenario que representa el cambio de manos ha hecho que en el tablero de Monopoly que al fin y al cabo es Barcelona, la casilla de la pequeña plaza de la Verònica, en la golosa calle de Avinyó, centre ahora todas las miradas.

El proyecto que tiene más números para devolver la vida al hoy por hoy decadente palacio, largamente reivindicado por los vecinos del Gòtic, es el de la Fundació Jaume Bofill. La institución cultural se ofrece a financiar la reforma de la vieja escuela de artes y oficios -que se estima en, al menos, dos millones de euros-, a ceder los bajos a los vecinos y a colaborar con las escuelas del distrito, al fin y al cabo su razón de ser. La Bofill se presenta en su página web como una "fundación cultural privada que lleva 40 años promoviendo el conocimiento, el debate de las nuevas propuestas para avanzar hacia una mayor justicia social, y la actuación de personas y colectivos que también busquen la transformación y el cambio social".

El mensaje de Colau, "que no sea una seta en medio de Ciutat Vella", tiene dos destinatarios claros: sus socios de gobierno, un PSC que durante décadas apostó por llenar el distrito de esas "setas" -cuya máxima expresión es el Macba-, y los miembros de la plataforma vecinal El Borsí pel Barri, que han insistido siempre en que no quieren otro equipamiento de ciudad, sino uno que responda a las necesidades del barrio. Sin su movilización, este edificio neoclásico levantado en 1883, con una azotea con vistas a todo el casco antiguo, tenía muchos puntos para acabar siendo un hotel (en la práctica, hoy por hoy, su fachada hace de fondo perfecto para la terraza situada en la plaza en esta Ciutat Vella-escenario).

CUESTIÓN (TAMBIÉN) DE NÚMEROS

Pese a que no hay nada cerrado, el proyecto de la Fundació Jaume Bofill es visto con buenos ojos por el equipo de gobierno -por ambos partidos-, al estar dispuestos a sufragar las obras. Si el ayuntamiento tuviera que buscar una partida específica para pagarlas, el edificio de 3.250 metros cuadrados edificados, cerrado desde hace casi una década, cuando la Llotja se trasladó precisamente por las malas condiciones del inmueble, podría permanecer así sine die.

Los vecinos movilizados para recuperar el edificio, obviamente, ven con mejores ojos la sede de un 'think tank' educativo que un museo para turistas o un Zara, pero cuentan que sus reivindicaciones siguen siendo las del manifiesto que llevan meses moviendo: un equipamiento de barrio, abierto a los vecinos del barrio. Ser la sede de una fundación privada, a priori, no encaja en sus propuestas. "Seguimos trabajando en un proyecto que dé cabida a las distintas peticiones que hemos recogido en las asambleas en las que han participado desde ampas hasta comerciantes", apunta Diego Martín, miembro de la plataforma, de la asamblea del barrio Gòtic y del espacio social La Negreta, también en el barrio.

No son ningún secreto las simpatías de la concejala de Ciutat Vella, Gala Pin, hacia el tejido vecinal del distrito, del que es hija; el problema es que los vecinos hace un año que trabajan en un proyecto que no acaban de concretar, quizá por la descapitalización de ese mismo tejido asociativo con el desembarco de activistas en el ayuntamiento. Para gestionar 3.250 metros cuadrados hace falta un músculo vecinal que, por el momento, parece no estar suficientemente tonificado. Un espacio menor si bien noble, los bajos que ofrece la Bofill, podría ser un espacio más asumible. Martín asegura -en otras palabras, claro- que siguen haciendo pesas.

Cuando o lo compras o lo compran 

La finca que acogió la sede de la bolsa de Barcelona a finales del XIX y hasta la guerra civil, y que aún conserva casi intacta la sala en la que se especulaba (de ahí viene su nombre), lleva cerrado desde el 2009. En estos años, los debates sobre el futuro del enclave han sido una constante. No son pocas las entidades de Ciutat Vella que buscan espacio. Se habló del Ateneu Enciclopèdic Popular. En mayo de este año, un grupo de personas lo ocupó, lo bautizó como Mukhayyam -campamento en árabe- y explicó que quería convertirlo en un lugar en el que acoger a refugiados. Fueron desalojados por los Mossos al día siguiente. Lo que siempre estuvo claro, en el contexto actual de nueva burbuja inmobiliaria (de forma más sangrante en Ciutat Vella, en el que los edificios vacíos, o los compras o los compran), era que el edificio tenía que pasar a manos del ayuntamiento. No es el primer inmueble de estas características que compra el municipio en el distrito. Ya lo hizo con Can 60 y con el Espacio del Inmigrante, y están abiertas las negociaciones del gimnasio cooperativo Sant Pau.