Un nuevo suplicio para Santa Eulàlia

Una perfumería de nicho reclama ante la justicia que la segunda patrona de Barcelona no pueda ser una marca registrada con exclusividad

El abogado, Francesc Bonet, el maestro perfumista, Daniel Josier, y el dueño de la tienda, Virgilio Rossini, bajo la estatuilla de la santa. / JORDI COTRINA

Desde que supuestamente fue crucificada en el año 303, Santa Eulàlia ha tenido una (nunca tan bien dicho) tormentosa relación con Barcelona. Si se da por verídica la leyenda, fue torturada y humillada por el gobernador de Barcino en tiempos de Diocleciano. Cinco siglos más tarde, durante el traslado de los huesos de la santa, un canónigo robó un dedo de su sepultura en el año 878 y tal barahúnda se organizó en el reino de los cielos que hasta enviaron a un ángel para que señalara al culpable. Dedicado a la santa era también el primer monumento público que se erigió en la ciudad, eso fue en 1686 y en la plaza de Pedró, hasta que en 1936, en una de aquellas calenturas anticlericales tan comunes en Barcelona, fue hecho añicos. Se podría añadir a esa ‘folie à deux’ entre la mártir y su ciudad el hecho de que en 1868 perdió su condición de patrona en favor de la Mercè, y cuenta que es por una venganza de la santa que tan a menudo llueve durante la fiesta mayor. La novedad ahora es que, como MessiSanta Eulàlia ha llegado ahora a los tribunales de justicia.

A la imagen de la santa  le pone cada día flores el dueño de la perfumería, que le dedicó un perfume para enojo de la sastrería Santa Eulàlia

PADRE KARRAS CATALÁN

El caso enfrenta a Virgilio Rossini contra Lluís Sans. El primero es el Jean-Baptiste Grenouille del Gótic, pero sin crímenes de por medio. Es el dueño de 'The Perfumery', tienda obviamente de perfumes, de nicho les llaman, por distinguirlos de otros, y situada en la calle de la Baixada de Santa Eulàlia, donde la supuesta mártir sufrió el noveno de los 13 castigos por no renunciar a su fe. Rodó cuesta abajo desnuda y dentro de un tonel lleno de objetos punzantes. Justo delante de la tienda hay una estatuilla de la santa, junto a un verso de Jacint Verdaguerel padre Karras catalánKarras, a la que casi nunca le faltan flores. Se las pone Virgilio. Un santo.

Su rival judicial es Lluís Sans, otro santo, heredero de una de la tiendas más añejas de la ciudad, Santa Eulàlia, anteriormente Grandes Almacenes Santa Eulàlia y mucho antes Casa Taberner. Vamos, que es un establecimiento con 173 años de historia, algo cada día más caro de ver. Pero lo sustancioso para el litigio judicial en que se haya metida la santa es que la tienda de moda registró en 1941 el nombre de la mártir en la Oficina Española de Patentes y Marcas y, con ese argumento, reclama a la perfumería que eche al desagüe cuantas coquetonas botellas de 'Esencia de Santa Eulàlia' (uno solo de sus productos) tenga en el almacén. El conflicto radica en que la sastrería tiene también su línea de perfumes, precisamente con el nombre comercial de la marca.

No se parecen en nada. Ni en el envase ni en la composición. La de Virgilio es obra de uno de los tres grandes maestros perfumeros de Barcelona, Daniel Josier. “Lleva cardamomo, bergamota, incienso…”, y sigue, hasta casi 60 ingredientes distintos. El caso es que David se tomó mal la reclamación de Goliat y decidió contraatacar. “Creo que el nombre de la patrona de la ciudad no se lo puede apropiar nadie. Lo que reclamo es que la oficina de marcas y patentes revoque su decisión”, pide Virgilio.

Los tormentos oficiales de la santa  fueron 13, tantos como años tenía, pero su relación con Barcelona ha sido, tras su muerte, tortuosa

BOCATAS SANTA EULÀLIA

De Sans, lo que hay que reconocer es que se toma con deportividad el duelo judicial: “Verá, esto sería tal cual como si el monasterio de Sant Miquel del Fai le pidiera a la empresa cervecera que renunciara a la marca de su famosa cerveza”. A esto, en la esgrima, le llaman un arresto, defenderse con un ataque rápido pero simple. La cuestión es que la tienda de moda Santa Eulàlia solo mantiene un pulso con la perfumería, porque el nombre de la santa resulta que ha ido, dicho con todos los respetos, muy promiscuamente de boca en boca. Basta visitar de nuevo la oficina de marcas y patentes. Por haber, hay una bocadillería Santa Eulàlia, un hotel, una lampistería, un velatorio…

El final de esta nueva desventura de Santa Eulàlia en la ciudad se resolverá en breve en los juzgados. Visto el gremio de que se trata, seguro que con elegancia, pero no por ello sin voluntad de vencer por ambas partes. También Guillermo de Alemania y Nicolás de Rusia se carteaban cariñosamente antes de 1914 (se carteaban como Willy y Nicky) y se las tuvieron luego sobre el campo de batalla como nunca antes se había visto. 

Un antecedente muy doloroso

Dómina Zara tendrá un trabajo que suele realizarse en la penumbra de la clandestinidad, pero tenía su marca comercial perfectamente registrada. Muy profesional. “Un día, cuando trabajaba en un piso de la calle de Jovellanos, una amiga llegó y me dijo ‘has visto que aquí al lado, en la calle de Pelai, están abriendo una tienda con tu nombre’”. El lector, si así lo desea, puede imaginar que aquella conversación sucedió mientras un sumiso cliente estaba ahí, atento y sujeto a una cruz de San Andrés, como en la que precisamente murió Santa Eulàlia. Eso fue en los años 90. Inditex aterrizaba en Barcelona y se encontraba en los anuncios clasificados que su marca comercial Zara tenía un uso imprevisto.  “Significa azote en argot árabe”, asegura la dómina. Lo que vino después fue un duro litigio en los tribunales que ella, contra pronóstico por los antecedentes en este tipo de casos, perdió. Podría haber adoptado entonces el nombre de Dómina Mango, pero eso es solo una idea cazada al vuelo y con ánimo de provocar.