El 1 de julio del 2014, sin apenas ruido, el curso de la historia de la Mina dio un giro. El plan antes de esa fecha era el conocido. Tras años de inversión y de reformas urbanísticas en la zona, el propósito era realojar en pisos de obra nueva a los vecinos del edificio Venus, la mole que durante años ha sido el icono de la degradación del barrio. Los pisos que tenían que permitir esa prometida demolición hace años que están construidos. El problema es que para ejecutar el traslado, cada familia tenía que pagar una media de 34.000 euros. No hubo manera. Así que, el pasado mes de mayo, esos pisos fueron concedidos a otras familias inscritas en las listas de protección oficial. Muchas de ellas ya se han trasladado. Son pisos situados también en la Mina, en la nueva y en la vieja, pero con una singularidad sorprendente. Pese a que ya viven en ellas los nuevos residentes, la valla de las obras no se ha retirado, entre otras arzones porque en ella continúa colgado el cartel de la vigilancia extraoficial que contratan las inmobiliarias. Así seguirán hasta que se adjudiquen la totalidad de los pisos. Se evitan así ocupaciones ilegales.
LA RECTIFICACIÓN INESPERADA
El icónico edificio Venus se mantendrá en pie
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