CONFLICTIVO ESTRENO DE UNA INICIATIVA EN UN ANTIGUO COMPLEJO FABRIL

Agridulce Palo Alto Market

El éxito de público del nuevo mercadillo del Poblenou ocasiona una inspección de la Guardia Urbana, que descubre que la iniciativa carece de permiso y el domingo no abrirá

Música en vivo 8 Artistas amenizan la jornada ante decenas de visitantes, ayer por la mañana. / ALBERT BERTRAN

El mercadillo del antiguo recinto fabril de Palo Alto del Poblenou murió ayer de éxito y hoy ya no abrirá sus puertas. ¿El motivo? Las expectativas de los organizadores de recibir 3.000 visitantes en todo el día (y otros 3.000 hoy) se superaron casi a las dos horas de la inauguración y hacia el final de la cita, cuando más de 12.000 personas ya habían pisado el recinto, una inspección de la Guardia Urbana, que acudió alertada por los vecinos ante la multitud de gente que se acumulaba a la entrada, resolvió que la iniciativa no cumplía las medidas de seguridad. Para colmo, la policía municipal comprobó que los organizadores no habían entrado por escrito al distrito de Sant Martí la comunicación del acto para obtener el permiso. Por todo ello, el consistorio determinó anoche que, aunque avala la iniciativa, se trata de un volver a empezar y hacerlo bien. El primer fin de semana de enero, si se subsanan los requisitos de seguridad, Palo Alto Market abrirá de nuevo para quedarse. Conste en acta, insistía ayer la organización, que en ningún momento hubo peligro.

Desbordados. Así reconocía que estaban solo tres horas después de la inauguración Paula Mariscal, una de las promotoras. Porque, oferta comercial aparte, uno de los reclamos innegables es su emplazamiento: un hermoso oasis urbano bajo una chimenea industrial plagado de buganvillas y calles selváticas. Por eso, ese doble atractivo hizo que con media ciudad vacía por el puente la gente se volcara en una oferta con tiendas con moda retro y vintage (ropa y complementos), productos artesanales, música, muebles contemporáneos... y un atractivo espacio sembrado de food trucks (camionetas de comida) que desde que abrió estuvo de lo más concurrido. En total, unos 150 expositores, de los que más de la mitad serán fijos cuando se celebre los primeros fines de semana de mes.

Ambiente familiar

Como tantísimos de los primeros visitantes, Cristina Molina acudió en familia, con su pareja y sus dos hijos, para conocer un recinto que le queda cerca de casa. «Teníamos muchas ganas de entrar. Debería de ser más accesible para los ciudadanos, porque es verdad que hay un bar, La Cantina, pero solo abre de lunes a viernes», confesaba. El alud de menores también vino propiciado porque Palo Alto Market ha pensado en ellos. O mejor dicho, en los padres. Había cola para apuntar a los críos en los talleres, propuestas de una hora de duración que permitían a los mayores, como reconoció Elma Obratov, vecina de Sant Adrià tras inscribir a su hijo, tener ese tiempo para buscar sin agobios infantiles algún regalo cara a las fiestas.

«Mira, esa sí que me la compraría yo», espetó un señor al pasar, sin llegar a desacelerar ni amago de hacerlo, delante de un puesto con vistosas camisas hawaianas. La idea primordial del público más madrugador era ver el recinto. «Venimos todos a lo mismo, a chafardear», sentenciaba Enric García, vecino de la Sagrada Família. También fueron con esa intención la pareja formada por Àngel Jiménez y Maria Àngels Continente, que viven en un piso con vistas a esta antigua fábrica reconvertida en Palo Alto por el estudio Mariscal, conjuntamente con otros talleres y estudios de diseño y arquitectura. «Es impresionante desde aquí abajo, no teníamos conciencia de la maravillosa naturaleza que hay», aseguraba él. Este vecino del Poblenou se mostraba de acuerdo con esta iniciativa, a la que auguraba un éxito de público que considera beneficiará a la zona. Por lo pronto, a la hora del vermut los bares próximos empezaron ayer a sacar partido a la gran afluencia, algo que no dejaron de hacer hasta que cerró.

Solidaridad

Ajenos a todo ese bullicio estaban Luis Miguel Molina y José Luis García. El primero confeccionaba una lámpara con cordones descatalogados de zapatos Camper. El segundo escribía en una pared los precios según el tamaño (desde 150 euros). Estaban en una de las tres naves de Palo Alto, donde el diseñador Curro Claret aprovecha el mercado para presentar en primicia una colección para la empresa Metalarte que tiene detrás el trabajo de personas sin techo a las que esta labor les quita piedras en el camino. Personas como José Luis García, usuario de la barcelonesa oenegé Arrels Fundació, y Luis Miguel Molina, de la madrileña San Martín de Porres. Que estuvieron ajenas a la animación que durante toda la jornada hubo dentro y fuera del recinto, porque tenían trabajo. Hoy tienen fiesta de manera inesperada.