Barcelona no es, obviamente, la Costa Brava, pero sus actuales 4,58 kilómetros de playas atesoran en los últimos años cifras récord impensables hace poco más de dos décadas, cuando la ciudad trataba a marchas forzadas de inventarse una playa urbana que incitase al barcelonés a no huir en busca de mejores aguas. Y si en 1912 los llamados baños de la Mar Bella (devorados por un temporal a finales de los años 40) eran considerados el punto más limpio de la metrópolis a pie de Mediterráneo, más de cien años después es la rimbombante Fundación Europea de Educación Ambiental la que ha acreditado los méritos de las limpias aguas y arena, las facilidades de acceso, los servicios y señalización adecuadas y las campañas en favor de la educación ambiental para las ocho playas barcelonesas en pleno.
Se trata del segundo año consecutivo en que la capital catalana logra el reconocimiento completo, que llega además en un momento especialmente potente: con 3,5 millones de usuarios anuales y una puntuación casi sobresaliente (8,75) por parte de los turistas. Convertidas no solo en referente local, sino en reclamo internacional, las playas barcelonesas agregan esta temporada el mérito de incorporar también, por primera vez, el galardón Centro Azul al Centro de la Playa, volcado en la educación ambiental sobre el litoral y su desarrollo sostenible.
Así, a las hiperactivas playas (Sant Sebastià, Sant Miquel, Barceloneta-Somorrostro, Nova Icària, Bogatell, Mar Bella, Nova Mar Bella y Llevant) no solo les ha crecido la oferta lúdicoociosa, sino también la vocación ecológica.
Cabe recordar que en el 2009 eran cinco las playas con bandera azul, mientras que desde el 2010 al 2012 fueron seis. Se resistían Sant Miquel y Llevant, hasta el pleno del año pasado, ahora revalidado por Europa tras una radiografía a fondo de su limpieza, servicios y facilidades. A esta nota oficial hay que sumar una década de certificación ISO 14.001 que agrega que hay buena gestión de residuos, analíticas continuas sobre la calidad de agua y arena, limitadores acústicos en los chiringuitos... que se traducen en banderas blancas. Y como guinda, ahora la Mar Bella (como Nova Icària) dispone de la bandera Ecoplayas como reconocimiento de calidad.
USO MASIVO / El concejal de Medio Ambiente y Servicios Urbanos, Joan Puigdollers, explicó ayer que los reconocimientos son fruto de «la continuidad en la gestión de las playas» y el buen saneamiento de los ríos que llegan al mar. La satisfacción popular, argumentó, se traduce en ocupaciones «masivas», o sea, 3,5 millones de bañistas anuales. De estos, una buena parte son viajeros en busca del turismo urbano perfecto: con arquitectura, playa, ocio, gastronomía, compras... Por eso, la última estadística anual de Turismo de Barcelona (avanzada por este diario el pasado 13 de mayo. El chapuzón de agua salada ya es el tercer gran atractivo de la ciudad y uno de los motores de su tirón foráneo en verano.
En este sentido, el ayuntamiento bascula para encontrar el equilibrio entre el hedonismo y la sostenibilidad. Por un lado, explota (mediante concurso y concesión) 18 chiringuitos y un total de 23 servicios de 100 hamacas el espacio público, con algunas críticas de usuarios por la sobreocupación de la arena.
Por otra, predica sobre el ecosistema litoral y la conciencia al respecto. Sin ir más lejos, el Centro de la Playa (junto al espigón del Bogatell) se ha convertido en su referente de educación ambiental, donde se organizan todo el verano charlas, actividades y talleres para todas las edades. Este año, además, se ha dotado a todo el frente de nueve informadores ambientales, reforzados por jóvenes formados en la Casa de Oficios de Barcelona Activa. Campañas cívicas, carteles y demás alertan de la necesidad de preservar este bien, donde las papeleras y el refuerzo de limpieza (19 equipos con 37 operarios) conviven con la oferta de lateros, aunque se ha incrementado el 50% el operativo policial al respecto.
Y si alguien quiere acudir sobre seguro, www.bcn.cat/platges informa a diario del estado del litoral.