Dora reía el miércoles mientras miraba imanes de la Torre Eiffel en una tienda de suvenires de Montmartre. "Yo me quedo aquí; ¡ya he fregado muchas escaleras en el barrio!", bromeaba mientras se probaba un delantal de Le chat noir. El barrio del que habla es Sant Cosme, a los pies del aeropuerto de El Prat, lugar en el que vive desde hace 44 años, cuando realojaron en el nuevo polígono a decenas de familias procedentes de las barracas de Montjuïc.
A sus 61 años, esta mujer valiente de sonrisa dulce pensaba que jamás subiría a uno de esos aviones que sobrevuelan a diario su barrio. Que eso de volar era cosa de otras gentes. El martes, Dora rompió ese techo de cristal junto a otras 14 mujeres del barrio subiendo emocionada al vuelo 8024 destino París Orly de Vueling, compañía que creyó en el proyecto a priori loco de Gats, entidad de transformación social de El Prat que se empeñó en que las mujeres mayores de Sant Cosme, sus 'Dones Sàvies', tenían derecho a volar.
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