La memoria tiende a guardar los buenos recuerdos y de Montjuïc se salvan en la mente colectiva aquellos saturnales conciertos en la recta del Estadi durante los años 80 y la sonrisa de satisfacción por cómo se celebraron allí algunas de las mejores competiciones de los Juegos Olímpicos en 1992. Hay más, sí. Pero las hemerotecas son muy perras y andan llenas de retratos de la decadencia del gran parque urbano de Barcelona. A caballo de los 90 y de los primeros años del nuevo siglo, Montjuïc fue noticia por el vandalismo (fueron destrozados el jardín de los cáctus y el de las esculturas), por los chaperos y las prostitutas, por los incendios provocados, por el olvido y la degradación del parque de atracciones una vez cerrado al público...
La montaña, sin embargo, vive hoy sus mejores tiempos. Es por fin, inesperadamente, el 'Central Park neoyorkino' que siempre quiso y no conseguía ser. Por la crisis (queda a mano) o simplemente porque es un placer, los domingos de Montjuïc son multitudinarios. El reto ahora es que no muera de éxito. En eso anda ahora el Ayuntamiento de Barcelona.
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