Un negocio que se cierra de un día para otro; otro que surge con la misma celeridad... y un montón que languidecen con la persiana bajada a falta de inversores, de créditos o de perspectivas.
Los locales vacíos en las calles de Barcelona conforman una de las mil tarjetas de presentación de la crisis.
La buena noticia es que, pese a lo aparatoso de los cierres en algunas calles, el balance total de la ciudad es más que saludable, y mucho mejor que el de otros municipios catalanes: solo un 12% de los bajos comerciales de la capital catalana se hallaban inactivos el año pasado, según un detallado censo realizado en todos los distritos al que ha tenido acceso EL PERIÓDICO.
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