El año 1998 fue un año de inflexión en el Raval. Comenzó a despuntar la inmigración vertiginosamente hasta llegar a representar cerca de la mitad de la población. Este barrio de Ciutat Vella, siempre en el punto de mira, ya que sirve como termómetro de cómo está la ciudad, es uno de los que dispone de un mayor tejido asociativo y comercial que trabaja por la convivencia y el respeto entre una población foránea con altos grados de marginalidad. Los equipamientos culturales y formativos que se han ido instalando para abrir el barrio a la ciudadanía y evitar la formación de guetos no se han traducido en un recurso abierto para el conjunto de los vecinos, aunque han dinamizado la zona. Pese al alto porcentaje de foráneos, los problemas de convivencia más habituales que se dan son motivados por el mal uso que algunos visitantes hacen del espacio público.
RAVAL
El termómetro de la capital catalana
Una peluquería del Raval regentada por inmigrantes, el sábado. /
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