El británico Norman Foster es otro arquitecto gafado en Barcelona. El autor de la olímpica torre de comunicaciones de Collserola y frustrado padre del nuevo Camp Nou de Laporta presentó en febrero de 1993 un ambicioso plan que suponía la urbanización de 230 hectáreas entre Glòries y el nudo de la Trinitat, terrenos entonces de uso ferroviario e industrial. El plan incluía un río artificial de seis kilómetros de longitud que se abastecería de las aguas del Besòs y del Rec Comtal. Eran aquellos también tiempos de crisis, la que siguió a los Juegos, y el proyecto no vio la luz.
Otro revés de Foster fue la aún non nata estación del AVE en la Sagrera. En 1995 el entonces alcalde Pasqual Maragall viajó a Londres para encargarle un proyecto que nunca llegó a cuajar.