UN TÍTULO TRAS 2 AÑOS DE SEQUÍA

La Copa de Koeman

  • El técnico ha sido el arquitecto de la reconstrucción que le ha hecho viajar al Barça del escarnio de Lisboa al título con el Athletic

  • Recibió un cariñoso beso del presidente nada más conquistar el trofeo sobre el césped del estadio de La Cartuja

  • La preocupación de Laporta es asegurar la continuidad de Messi, que sigue siendo dueño de su futuro

  • Koeman recuerda siempre que le queda un año de contrato y que su misión en el Camp Nou no ha concluído

Laporta abraza a Koeman tras ganar la Copa del Rey en Sevilla. / Afp / Cristina Quicler

Esperó paciente. No tenía prisa Joan Laporta. Aguardó el momento oportuno el presidente para acercarse al exultante y feliz Ronald Koeman que observaba aliviado sobre el césped de La Cartuja el desenlace de la obra que ha construido con mimo durante ocho interminables meses. Llegó Laporta y le soltó al técnico un cariñoso beso, además de murmurarle al oído derecho. Luego, en público, el dirigente no estuvo tan contundente sobre el futuro del neerlandés, el arquitecto de la reconstrucción exprés del Barça.

Tiene Laporta la preocupación de que Messi halle argumentos para enviar el burofax que divulgó en agosto pasado a la papelera y sienta que no solo hay futuro en el Camp Nou sino también presente, justo ahora cuando está a punto de cumplir los 34 años y se enfrenta a una decisión vital. Primero Leo, único dueño de su destino, piensa Laporta; después, Ronald, a quien le queda un año de contrato.

El técnico ha tenido tres presidentes en apenas ocho meses: fichado por Bartomeu, cohabitó luego con Tusquets y ahora el jefe es Laporta

A Koeman, que ha tenido tres presidentes en ocho meses (Bartomeu lo fichó en agosto tras el 2-8 de Lisboa, convivió con Tusquets, el responsable de la Comisión Gestora de octubre a marzo, y ahora tiene de jefe a Laporta), le tocó aguantar al club en medio de un páramo.

Sostuvo el tinglado en un delicado proceso de reconstrucción que ha terminado desembocando en la conquista de la Copa del Rey, el menor de los títulos. Y el más valioso, al mismo tiempo, en épocas de miseria y profunda depresión europea donde lo de Roma-2018 pareció grave, pero no alcanzó el tono dramático de Anfield-2019 ni tan vergonzosamente ridículo como Lisboa-2020, resumen de la decadencia, sin olvidar la caída de París-2021,

Pragmático y flexible 

"Ha vuelto la alegría", proclamó un orgulloso Laporta, tras cantar feliz en el vestuario de La Cartuja, abrazándose sin parar a todos los jugadores y, en especial, a Messi. Tanto en el palco, antes de que la estrella recogiera su primera Copa del Rey con el brazalete de capitán como lo hizo después en el camerino sevillano. Lejos ya de la devastadora ruina que recogió Koeman tras el 2-8. Le costó cuatro meses sacar a Leo del luto deportivo que le originó el burofax, cansado como estaba de que Bartomeu le engañara.

Logró conectar a Messi tras meses de luto deportivo y recobró su mejor versión en este 2021

Conectó el técnico con Messi, a quien miró a los ojos y le dijo las cosas claras desde el primer momento en que se reunieron en la casa del astro en Castelldefels. Dio Koeman muestras luego de su pragmatismo y flexibilidad táctica (arrinconó el 4-2-3-1, su inicial libro de cabecera, exploró el 4-3-3 y se asentó en el 3-5-2, tan contracultural y denostado en el universo Barça como efectivo), abrió la puerta de La Masia de par en par, huyendo del populismo y supo armonizar las diferentes almas que convivían en el vestuario de la ciudad deportiva de San Joan Despí.

Recuperó a vacas sagradas como Busquets y Jordi Alba, apelando al compromiso de Piqué, a pesar de que sufrió dos graves lesiones en la rodilla que le ha tenido más tiempo en la enfermería que en el césped y el equipo se volvió a entrenar. Tenía la plantilla piernas y energía para aguantar prórrogas porque se había recobrado la necesaria rutina del trabajo diario.

El nuevo presidente no ha sido tan radical en el fútbol como en el baloncesto en el que despidió a Nacho Rodríguez para colocar a Navarro como nuevo mánager

Topó con los grandes, el gran defecto del Barça de Koeman, pero encontró la rebeldía adecuada para sobrevivir en una Copa donde estuvo más fuera que dentro, pero se agarró al último hilo de vida (Granada y Sevilla fueron actos de fe) antes de firmar una final perfecta donde las tres almas (veteranos que están de salida, jóvenes como Pedri que hacen sonreír a Messi y fichajes, con De Jong, el jugador total, símbolo del cambio) se fusionaron en una noche redonda. Fue el partido más sencillo.

Esperando la estructura

La Copa avala el trabajo de Koeman, obligado a reconectar un Barça en proceso de descomposición, y le da tiempo a Laporta. Tiempo para articular su proyecto deportivo, que aún no ha presentado, pesa a que Mateo Alemany ya ejerce como director de fútbol -es él quien se reúne con Koeman- y se espera aún la llegada de Jordi Cruyff, futuro secretario técnico.

No es Laporta tan radical como en el baloncesto donde echó esta semana al mánager Nacho Rodríguez y colocó a la ‘Bomba’ Navarro. Ni quiere Laporta ser impulsivo "en la primera de una nueva era", como se leía en la camiseta de los campeones de Copa para festejar el título.