LA NUEVA ETAPA AZULGRANA

Laporta invoca a Cruyff y Gamper

  • El presidente apela a sus referentes en el regreso al Barça 11 años después y se emociona al recordar a su padre

  • En un discurso de media hora, sin papeles, hace una salvedad para pedir a Messi que se quede

  • "Nos causa respeto la situación del club, sí, pero no miedo", afirma, anunciando un liderazgo "fuerte"

Laporta, emocionado, invoca al cielo durante su discurso. / Jordi Cotrina

De la goleada en las firmas al avasallador triunfo en las elecciones, más una derrota con la renuncia de Jaume Giró, uno de los puntales de la candidatura y una victoria mínima, en el último minuto, para conseguir el aval. El próximo mandato de Joan Laporta hasta el 2026 anuncia emociones fuertes. Algo así como el «abróchense los cinturones» que pronunció Pep Guardiola cuando asumió el cargo de entrenador en el 2008, sin tener nociones, sin intuir siquiera, qué le iba a deparar el futuro.

Laporta sí tiene nociones: una deuda paralizante, un Lionel Messi que acaba contrato dentro de tres meses y medio (105 días exactamente) y la obligada reconfiguración del cuadro ejecutivo que le ha legado Josep Maria Bartomeu, por no hablar de los sucesos judiciales que atañerán al club por más que los presuntos responsables son personas particulares. En ese travesía, alineados a ambos lados del arcén, le esperan conocidos francotiradores que hace poco abogaban por acabar con los ismos.

Pero Laporta vuelve sin ánimos de mirar atrás ni de cobrar facturas, con el deseo, expresado en la última frase de su discurso, de que «seamos un ejemplo para todos los jóvenes de este mundo». Él y el club y todos sus integrantes.

Joan Laporta y José Elías, el presidente de Audax renovables.

/ Jordi Cotrina

Entrada por el palco

Laporta retornó al Camp Nou con la cabeza alta y la sonrisa en la cara, aunque resbalaron las lágrimas cuando recordó a los ausentes. A Johan Cruyff, el primero, parafraseando el «Dios sabe lo que ha costado llegar hasta aquí» -pronunciado por el técnico en su regreso al césped en el homenaje del dream team de 1999- y a su padre al final, presente en la primera toma de posesión y fallecido 17 años después en la segunda.

Regresó Laporta reabriendo el estadio, el templo, que recuperó a sus fieles en una ceremonia populosa atendiendo a las restricciones de la pandemia. Alrededor de 300 personas se colocaron en la segunda gradería en un escenario montado sobre el palco, y en presencia de los últimos inquilinos: Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu, a quienes no citó (pero sí a Victor Font y Toni Freixa, los excandidatos) y Carles Tusquets, el de la Gestora, quien cedió el testigo al nuevo/viejo presidente real.

Laporta habla con Bartomeu y agarra a Rosell.

/ Jordi Cotrina

En contraste a la dilación con que convocó las elecciones, Tusquets terminó su discurso «as soon as possible», dando paso la ya conocida oratoria de su sucesor. Laporta estuvo 30 minutos hablando sin papeles. En su preparada improvisación, también apeló Joan Gamper, su predecesor favorito, comparando las dificultades que el fundador atravesó en sus cinco mandatos –«salvó al Barça cuando se quedó con 32 socios y tuvo que ir puerta por puerta a buscar más socios»- y al reclamar la implicación de los deportistas. Estaban representados los equipos profesionales con su entrenador y los capitanes (faltó Busquets en el fútbol y solo estaba el lesionado Sergio Lozano representando al fútbol sala, con el equipo en Zaragoza).

«Ponerse la camiseta del Barça es un gesto muy importante, y como dijo Gamper en 1925, debajo del escudo os late el corazón»,

Joan Laporta / Presidente del Barça

Rafa Yuste, Joan Laporta y Maria Elena Fort, en la foto de la junta al completo.

/ Jordi Cotrina

La interpelación

«Ponerse la camiseta del Barça es un gesto muy importante, y como dijo Gamper en 1925, debajo del escudo os late el corazón», dijo Laporta antes de garantizarles que su directiva nunca les dejará solos, justo ahora, cuando, efectivamente, están solos en los estadios y los pabellones vacíos.

A Messi, vestido con traje en otro gesto formal que no pareció gratuito como el de haber votado, le pidió lo contrario, en una licencia estudiada: que no deje abandonado él al Barça. «Lo que haga estará bien. Pero si el campo estuviera lleno no te podrías ir», le interpeló el presidente, que desató aplausos en la grada y la cara de impavidez del aludido Messi.