El 'efecto Ramos'

El Barça también sucumbe al fenómeno paranormal del gol en el último minuto del capitán del Madrid que le ha dado dos Champions

Ramos frena a Messi en una acción del partido. / JORDI COTRINA

El Camp Nou sufrió el efecto Ramos, ese fenómeno paranormal que aparece allá por el minuto 90 y que le permite al Madrid tener dos Champions que todo el mundo daba por perdidas menos ellos. Así acostumbra a ser la vida de este equipo, capaz de resucitar en esos instantes en que la mayoría deja de luchar y se resigna a recibir la extremaunción y a esperar que cierren la caja. El efecto Ramos le birló dos veces la gloria al Atlético, con extrema crueldad, incomparable por trascendencia al golpe que sufrió el Barça. Pero también provocó un inespeado silencio. De repente, los cánticos cesaron y los culés se miraron unos a otros con una mezcla de incredulidad y rabia, bajo un murmullo común: "No pot ser".

"Hasta el final",  "Hasta el final", fue el mensaje de Ramos con la fotografía del equipo eufórico, el mismo que deberá seguir el Barça en la Liga

Pues "sí pot ser". Ramos, otra vez. En el 89. Increíble pero cierto. Una falta innecesaria de Arda, sí Arda, casi recién salido y a quien , en medio de ese trote anodino que pone de los nervios a la grada, le dio un arranque de ímpetu y se fue a por Marcelo a tierra de nadie, sobre la línea de banda, y le lanzó un achuchón. Un regalo. Seguro que más de uno, víctima de ese pesimismo culé que nunca acaba de morir, ya cruzó los dedos temiendo lo peor. No fue suficiente para romper ese hechizo inclasificable. Mascherano sufrió un resbalón (uno más), la mitad de los jugadores azulgranas se lo miraban y el efecto Ramos se cumplió como el Madrid manda.

Al revés, en cambio, no hay efecto que valga. En el último suspiro, el Barça tuvo el gol a tiro, en una especie de melee en el área, pero aquí la ocasión pasó de largo como suele ocurrir a quienes no están acostumbrados a vivir al límite ni a salvar el cuello sobre la campana. El Madrid, sí. Son ya 33 partidos sin perder y viéndole jugar nadie lo diría. Por obra y gracia de Ramos, la Liga sigue igual, con esa barrera de seis puntos, y con 24 jornadas por delante, una barbaridad que dará mucho juego. "Hasta el final, siempre hasta el final", fue el mensaje que lanzó Ramos con la fotografía del equipo eufórico en el vestuario y Cristiano posando como si estuviera en las Islas Vírgenes. El mismo mensaje que está obligado a seguir el Barça aunque haría bien en recuperar el camino del que ha ido alejándose y que no siempre le hace reconocible.

Cuando Iniesta entró en juego  se produjo un chasquido y el equipo recuperó la memoria

Hubo momentos en que el Camp Nou vivió una sensación desconocida en estos últimos años cuando, ganando (casi siempre) o perdiendo (pocas veces), miraba a los suyos con una admiraciñon incuestionable. Le parecían los mejores y no les cambiaría por nadie, y menos por uno vestido de blanco. Esta vez, más de uno tuvo malos pensamientos con Isco y Modric. Y no les habría importado cambiarlos de bando. Cuando Iniesta entró en juego se produjo un chasquido, como si por fin se hubiera desbloqueado algún mecanismo interno y el equipo recuperara la memoria. Y ocurrió

Llevaba casi un mes sin marcar, una eternidad para alguien como él que vive del gol y que andaba como un lobo enjaulado, peleado con el mundo. Y, justo cuando el equipo más necesitaba uno de esos fogonazos, apareció el pistolero Suárez. Nadie le vio llegar, ni siquiera Varane, un gigante que se impuso a casi todo. "Uruguayo, uruguayo", gritó el Camp Nou que alzó la voz después de estar mucho rato en silencio, sin imaginar que, al final, se quedaría sin palabras.

Messi se marchó cabizbajo, en una imagen que recordaba al Leo de Argentina, y que contrastaba con la sonrisa de Bartomeu bromeando con Florentino, después de vivir el partido separados por Puigdemont. Será el ‘fair play’ y la diplomacia, pero en el Camp Nou nadie más estaba para risas. El efecto Ramos no tiene gracia.