El final de la abundancia proclamado por Emmanuel Macron y el cambio de época mencionado con frecuencia por Olaf Scholz son dos formas diferentes de describir la profundidad y las repercusiones de la crisis en curso. Todo son vaticinios sombríos, las certidumbres esenciales han dejado de serlo y las consecuencias de la guerra de Ucrania, de la emergencia climática y de la crisis de suministros en sectores básicos de los procesos productivos en las sociedades desarrolladas dan razón a quienes concluyen que todo o al menos demasiado ha dejado de funcionar como es debido. La sensación de que las dificultades se concretan más deprisa que las soluciones presagia tiempos difíciles más allá incluso de los desalentadores pronósticos para el próximo invierno: energía cara, puede que insuficiente, inflación disparada y los males asociados a ambos datos.
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Crecen las incertidumbres
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