"NO ME IMAGINABA UN REGRESO ASÍ"

Ansu Fati levita en su mágico retorno

El joven reapareció tras 323 días de baja, dejó una jugada sensacional en el primer balón que tocó y marcó un gol que estremeció de emoción al Camp Nou

Marcos López

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Ni un cuarto de hora estuvo en el Camp Nou. Pero voló sobre el césped con tal naturalidad que pareció levitar. Ni un cuarto de hora de Ansu Fati y el barcelonismo rompió a llorar. Lloró como él había llorado durante 323 interminables días de silencio, hastiado de pasar hasta en cuatro veces por el quirófano. Lloró la gente cuando agarró la pelota, la primera que tocaba, y se tiró hacia el lateral del Levante como si no existiera un mañana. Miramón no sabía qué demonios estaba pasando. El Barça, tampoco.

En un club deprimido y arruinado, esa sonrisa cambió en 13 minutos (nueve de tiempo real y cuatro de añadido) el paisaje de la desolación. Levitaba como si no llevara el 10 a la espalda. Era el primer partido en que el Camp Nou, tras 12 años, no veía esa camiseta con otro dueño que no fuera Messi.

Ansu Fati celebra el gol al Levante en el Camp Nou. / Jordi Cotrina

"No me imaginaba un regreso así. Estoy muy feliz por la victoria, pero nos queda mucho camino por recorrer aún"

— Ansu Fati, jugador del Barça

Salió y pidió el balón para desmentir cualquier período de calma y paciencia. Ansu va tan deprisa que no entiende de plazos. Ni de prudencia. En menos de un cuarto de hora, ese joven delantero puso patas arriba un viejo estadio, silencioso y triste como estaba desde la marcha de Leo.

Ansu se abraza a Lluís Til tras marcar su gol al Levante en el Camp Nou. / Jordi Cotrina

Huérfano del 10. Ese 10 que hizo volar al niño, agradecido con los suyos, que antes de pisar el césped se dirigió a la grada para abrazarse a fisioterapeutas y médicos, emotivo fue cuando se fusionó con Lluís Til, el doctor azulgrana, antes de pisar la hierba. Hasta cuatro veces había coreado el Camp Nou su nombre.

"¿Presión? No, soy uno más, intentaré sumar en lo que pueda. Tendré que ganarme los minutos"

— Ansu Fati, jugador del Barça

Pero la tormenta de emociones tuvo un prólogo cuando entró el 10, el nuevo 10. Un prólogo porque Ansu, elegido como siempre ha sido con su fútbol vertical, ofensivo, alegre, dinámico, imprevisible, entendiera que era el primer partido de su vida. Así lo jugó. Como si todo acabara esta soleada tarde de la Mercé barcelonesa.

Lo mejor, sin embargo, estaba aún por llegar. Ansu se recostó en la banda izquierda, dejando el rol de delantero centro para Memphis. Cuando se fue a la cal sabía que era su momento. Por eso, cogió la pelota para enterrar esos meses de silencioso sufrimiento. Le dio tiempo para todo.

"El 10 no es una presión para mí. Es un orgullo llevarlo. Somos el Barça y tenemos que pelear por la Liga"

— Ansu Fati, jugador del Barça

Tiempo para romper a Miramón. Para provocar un penalti, reclamado sin éxito por el Camp Nou, y para dibujar un gol que es, en realidad, el retrato de su descomunal rebeldía. Memphis dejó pasar el balón entre sus piernas y ahí apareció un chico, transformado en un nueve de emergencia, para galopar casi 40 metros en una carrera que era contra sí mismo. Contra esa rodilla izquierda que crujió el pasado 7 de noviembre dejando desnudo al barcelonismo.

Ansu Fati celebra su gol al Levante en el Camp Nou. / Jordi Cotrina

Corría y corría sin fin tramando en esa privilegiada mente, habla y juega como si fuera un adulto cuando es un adolescente que ha superado la mayoría de edad (está a punto de cumplir 19 años), el disparo de su vida. El disparo que tanto soñó. El disparo que tanto necesitaba. El disparo que hizo temblar al Camp Nou (y eso que no había ni 36.000 personas), aunque no se necesitara sismógrafo alguno, tal si fuera el tanto de Ronaldinho en el partido del gazpacho contra el Sevilla.

"Quiero agradecer a los doctores y los fisios que han estado conmigo en este proceso. Y a los aficionados. ¡Es increíble!"

— Ansu Fati, jugador del Barça

Fue un verdadero temblor futbolístico. Ni un cuarto de hora, 16 toques al balón, dos regates en una misma jugada, un disparo envenenado desde la frontal del área que hizo quebrar el cuerpo de Aitor Fernández, el portero del Levante. "No me imaginaba un regreso así. Estoy muy feliz por la victoria, nos queda mucho camino aún por recorrer", ha reconocido emocionado el delantero del Barça.

"Quiero agradecer a los doctores y los fisios que han estado conmigo en este proceso. Y a los aficionados. ¡Es increíble! Me acordé de toda mi familia, de los aficionados, de la gente del club. ¿Presión? Soy uno más", ha confesado Ansu. Pero él no es uno más. Ni mucho menos. Es la bandera de la reconstrucción del club. Y, por supuesto, del equipo. "Tendré que ganarme los minutos, esto es muy largo", ha añadido con su tradicional humildad.

Nico, Araujo y Memphis acuden a felicitar a Ansu Fati tras su gol al Levante. / Jordi Cotrina

Su fútbol, en cambio, no es nada humilde. Resulta tan irreal que el Camp Nou se frotaba los ojos intentando comprender esos minutos que parecían salidos de una novela de ciencia ficción. Sí, era el 10. Sí, no lo llevaba Messi. "No es una presión para mí. Es un orgullo llevarlo después de Leo. No es una presión, somos el Barça y tenemos que pelear por la Liga", ha proclamado ambicioso.

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Él, emocionado, se tapó la cara con sus manos, llorando por dentro lo que ya había llorado durante meses por fuera. Y el Camp Nou asistió a un momento que no olvidará. 17. 52 h de un domingo de septiembre otoñal, con tiempo digno de agosto, en que Ansu, un vendaval, representó un torrente de luz. Y de esperanza.  

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